El Poeta Caminante dijo:
Pasado un cierto tiempo
Durante la búsqueda
En el laberinto bíblico
La página se hizo ilegible
El pensamiento se quedó suspendido
a la espera de la voz de adentro.
Si la sabiduría no está afuera, entonces, habrá que buscarla en uno mismo. Pero allí está el pensamiento incesante que viene a ocupar un espacio y un tiempo en la imaginación de nuestra mente. El pasado y el futuro que se recuerda o se previene nos limita. El aquí y el ahora es presencia ilimitada sólo cuando se hace consciente. En la presencia, el silencio nos hace receptores para escuchar lo que nos dice la voz de adentro. El vacío es el no-ser que nos lleva a conocer al ser y alcanzar la plenitud. Entre los sufíes el nombre de Dios, “Alláh, significa la Nada. Este hecho nos indica que el recuerdo de Dios se experimenta como la Nada. Hay una anécdota en la que Confucio le señala a un discípulo: “Observa esta ventana: no es más que un agujero en la pared, pero gracias a ella todo el cuarto está lleno de luz. Así, cuando las facultades están vacías, el corazón se llena de luz”. Tanto para el Sufismo como para el taoísmo, para poder llenarse del contenido espiritual o para que el alma reciba al espíritu se debe vaciar la mente, el pensamiento debe cesar o quedar suspendido.
domingo, 26 de junio de 2011
jueves, 23 de junio de 2011
PUERTA DEL CIELO
El poeta caminante dijo:
A veces ellas se perciben en lo alto
Vuelan como pájaros
Uno se queda pensativo
Desde la ventana de este edificio
La vejez está en la ofrenda del frío y del viento
Allí traduzco
una posible puerta secreta
Otra vez ahí están las señales
Para que haya comunicación será necesario en principio que existan los códigos con sus mensajes, además del emisor y el receptor. En este poema las señales-códigos-mensajes corresponden a un tipo de comunicación no convencional. Las señales serán los caracteres elegidos por el Altísimo. En este caso los pájaros escribirán el mensaje del cielo.
El pensamiento contemplativo decodifica las señales desde una ventana que alude a la comprensión de Dios.
Pero es sólo con el paso del tiempo, la vejez que no es otra cosa que la madurez comprensiva, cuando nos hacemos más consciente de la vida y por supuesto también del destino último que nos aguarda implacable; la muerte será el fin de la jornada. Nuestra esencia buscará entonces una puerta de salida.
Pero de acuerdo a la tradición del taoísmo en Lao Tsé, el espíritu tienen su puerta secreta.
En el Tao Te Ching, canto 6, leemos lo siguiente:
El espíritu del valle no muere
es la hembra misteriosa
La puerta de lo misterioso femenino
es la raíz del universo.
A veces ellas se perciben en lo alto
Vuelan como pájaros
Uno se queda pensativo
Desde la ventana de este edificio
La vejez está en la ofrenda del frío y del viento
Allí traduzco
una posible puerta secreta
Otra vez ahí están las señales
Para que haya comunicación será necesario en principio que existan los códigos con sus mensajes, además del emisor y el receptor. En este poema las señales-códigos-mensajes corresponden a un tipo de comunicación no convencional. Las señales serán los caracteres elegidos por el Altísimo. En este caso los pájaros escribirán el mensaje del cielo.
El pensamiento contemplativo decodifica las señales desde una ventana que alude a la comprensión de Dios.
Pero es sólo con el paso del tiempo, la vejez que no es otra cosa que la madurez comprensiva, cuando nos hacemos más consciente de la vida y por supuesto también del destino último que nos aguarda implacable; la muerte será el fin de la jornada. Nuestra esencia buscará entonces una puerta de salida.
Pero de acuerdo a la tradición del taoísmo en Lao Tsé, el espíritu tienen su puerta secreta.
En el Tao Te Ching, canto 6, leemos lo siguiente:
El espíritu del valle no muere
es la hembra misteriosa
La puerta de lo misterioso femenino
es la raíz del universo.
miércoles, 22 de junio de 2011
AL-KĪMIYĀ
El poeta caminante dijo:
El sol se dejaba vencer con la lentitud
de siempre
mientras aquella mujer enamorada
de sonrisa insinuada
en el cosquilleo del otoño
dejaba enfriar sus nalgas
en el quicio de la tarde
La memoria no buscaba detener
a la otra Memoria
y se destapaba en alegre brindis
preconizando la celebración
de un ritual anunciado
El tiempo circular: “se dejaba vencer con la lentitud de siempre”; es la repetición del flujo de la vida que se expresa de manera natural en los cambios del día, la tarde y la noche. La mujer enamorada tiene su doble símbolo. Por una parte representa la tierra que está expresada en la polaridad yin, lo femenino, y por otra, en la tradición sufí, es el alma humana, es la enamorada de su amador-espíritu-Dios.
El otoño es la metáfora de la tarde, es la antesala de la noche. Es el invierno en el transcurso del camino de la existencia. Aunque el amor se suele asociar con la primavera, al contrario, este amor otoñal nos indica la madurez de la enamorada; es el amor que se vuelve más sosegado y equilibrado emocionalmente, de ahí que no se expresa en las exageraciones afectivas de las alegres carcajadas, sino apenas en la sonrisa prudencial que insinúa el regocijo del enamoramiento.
En este momento en el preludio de la noche, ocurre algo muy particular: hay un aparente breve olvido de la palabra sagrada. Es posible que sea la cercanía de la noche la que nos haya llevado ese olvido, debido a que la noche representa también la oscuridad del alma, la ausencia de la luz solar; pero en la noche también se hace propicia para las celebraciones, en este caso el ritual es el anuncio festivo del matrimonio, de la boda mística. O, en todo caso, ya no será olvido sino más bien es que ya no hace falta el recuerdo de la anécdota cotidiana, porque en este caso lo que estaba separado la enamorada y el amante se unen en una sola persona. El espíritu y el alma se convierten en la Memoria de Dios.
El sol se dejaba vencer con la lentitud
de siempre
mientras aquella mujer enamorada
de sonrisa insinuada
en el cosquilleo del otoño
dejaba enfriar sus nalgas
en el quicio de la tarde
La memoria no buscaba detener
a la otra Memoria
y se destapaba en alegre brindis
preconizando la celebración
de un ritual anunciado
El tiempo circular: “se dejaba vencer con la lentitud de siempre”; es la repetición del flujo de la vida que se expresa de manera natural en los cambios del día, la tarde y la noche. La mujer enamorada tiene su doble símbolo. Por una parte representa la tierra que está expresada en la polaridad yin, lo femenino, y por otra, en la tradición sufí, es el alma humana, es la enamorada de su amador-espíritu-Dios.
El otoño es la metáfora de la tarde, es la antesala de la noche. Es el invierno en el transcurso del camino de la existencia. Aunque el amor se suele asociar con la primavera, al contrario, este amor otoñal nos indica la madurez de la enamorada; es el amor que se vuelve más sosegado y equilibrado emocionalmente, de ahí que no se expresa en las exageraciones afectivas de las alegres carcajadas, sino apenas en la sonrisa prudencial que insinúa el regocijo del enamoramiento.
En este momento en el preludio de la noche, ocurre algo muy particular: hay un aparente breve olvido de la palabra sagrada. Es posible que sea la cercanía de la noche la que nos haya llevado ese olvido, debido a que la noche representa también la oscuridad del alma, la ausencia de la luz solar; pero en la noche también se hace propicia para las celebraciones, en este caso el ritual es el anuncio festivo del matrimonio, de la boda mística. O, en todo caso, ya no será olvido sino más bien es que ya no hace falta el recuerdo de la anécdota cotidiana, porque en este caso lo que estaba separado la enamorada y el amante se unen en una sola persona. El espíritu y el alma se convierten en la Memoria de Dios.
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