Por Ernesto Sánchez
“Y Saúl vistió a David con sus
ropas, y puso sobre su cabeza un casco
de bronce, y le armó de coraza. Y ciñó
David su espada sobre sus vestidos, y
probó a andar, porque nunca había hecho
la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no
puedo andar con esto, porque nunca lo
practiqué. Y David echó de sí aquellas
cosas.” 1 Samuel 17:38-39.
Cuando David enfrentó a Goliat
entendió que no era con la espada ni con armadura que debía enfrentar al
gigante. Se encomendó a Dios, y venció en la contienda.
En las artes marciales, el
Aikido, se vale fundamentalmente de la intuición para lograr una mejor defensa.
El Gran Maestro Morihei Ueshiba decía que
para la enfrentar al contendor hay que valerse del espíritu porque ese es el
mejor escudo. La enseñanza que se puede ofrecer a través de las técnicas y el
entrenamiento del cuerpo es importante, pero más importante es lo que se
aprende desde la visión interior del
espíritu humano y la Voluntad Divina que
en definitiva siempre será una enseñanza superior de la que se pueda impartir aún
en las mejores escuelas.
En una oportunidad el discípulo
se le acercó al viejo maestro y le preguntó:
-Maestro, ¿qué es la espiritualidad?
“Lo espiritual constituye la
dimensión más específicamente humana; el
filósofo Hegel la ubicó como el concepto básico de su sistema teórico. Es una
palabra tomada de la religión, pero su contenido es el mismo tanto en la
religión, en la filosofía como en la ciencia. Se refiere a la relación que
ocurre por un lado entre el Logos de Dios o Inteligencia Superior que subyace
en la Naturaleza y el Cosmos, y del otro
lado, la del ser individual que recibe la Energía Creadora de
la Existencia. En principio esta recepción de la Sabiduría Divina o Inteligencia
no es consciente. Pero en su proceso de
crecimiento en la experiencia humana y en su despertar, el hombre se irá transformando
o evolucionando en un ser capaz de asumir su responsabilidad en el mundo, al mismo tiempo que irá comprendiendo
el sentido de su vida”.
Volviendo a nuestro ejemplo ya
citado, David entendió que no fue sólo su habilidad la que derrotó al gigante, sino que más bien fue la fortaleza de su fe lo que iluminó su mente y
abrió los ojos del espíritu para poder ver,
en medio de la amenaza, la forma de
vencer sin ninguna clase de temor, poniendo
toda su confianza en su escudo espiritual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario