Por Ernesto Sánchez
Cualquier cosa que uno haga
es porque ya se ha tomado una decisión. La acción implica en sí misma una
elección. Esa es nuestra libertad. Aun con todos los condicionamientos y las
presiones externas, la libertad es un hecho interior. Una decisión personal. Así es como debemos asumir nuestra responsabilidad ante la vida.
-Maestro, pregunta el
discípulo, ¿es posible que el hombre sea sometido, su mente adormecida, y su
voluntad conculcada por las creencias impositivas, por las ideologías y por la
presión psicológica de la propaganda repetitiva que hace que una mentira
parezca una verdad?
-Aparentemente, pareciera
que sí, respondió el viejo maestro. Pero aprendamos de la historia que ninguna
esclavitud o neo-esclavitud ha tenido un final feliz. La historia nos enseña que el hombre tiene una capacidad cultural y
espiritual para la resistencia. Aunque
su condición de dignidad sea rota y humillada, él sigue siendo un ser humano
que tiene dentro de sí lo más importante que le da verdadero sentido a su
existencia: el amor.
Quizás este fue el mejor
testimonio que nos dejó Víctor Frankl cuando escribió desde el campo de
concentración nazi en el que estuvo recluido por su condición diversa. El decía: “La verdad es que el amor es la
meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre”, y agregaba: "La salvación del hombre está en
el amor y a través del amor"… Él sostenía que hacernos conscientes de
nuestra capacidad de elegir y de amar obedece a nuestra libertad interior, que es nuestro verdadero ser, y es el camino
más expedito que nos lleva al crecimiento humano.
“Llegué a comprender que lo
primordial es estar siempre dirigido o apuntado hacia algo o alguien distinto
de uno mismo: hacia un sentido que cumplir u otro ser humano que encontrar, una
causa a la cual servir o una persona a la cual amar ", decía el Sr. Frankl
para concluir.
Aunque parezca un lugar
común decirlo, tenemos libre albedrío, por esta razón nuestro camino será siempre
individual, único, y nuestro aprendizaje y experiencia personal será siempre lo
que nos haga crecer en dignidad, en
libertad y sabiduría. Esos son nuestros grandes tesoros que la naturaleza infinita y
Dios nos han regalado a cada uno de nosotros. En definitiva, éstos son nuestros
derechos humanos fundamentales e ineludibles.
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